«Las ciudades pueden reducir tanto la contaminación atmosférica como los contaminantes climáticos de vida corta, como el carbono negro y el ozono, recurriendo a una serie de medidas que benefician a la salud de manera muy inmediata y al clima a corto plazo.»
Dra. Maria Neira, Directora, Departamento de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud, OMSLas redes peatonales y para ciclistas hacen que los desplazamientos a pie o en bicicleta sean más seguros y accesibles, evitan la contaminación de los vehículos y las lesiones causadas por el tránsito y promueven la mejora de la salud gracias a la actividad física.
Utilizar formas de transporte de personas más eficientes, como el transporte rápido por autobús, el tren ligero y otras formas de transporte compartido, reduce drásticamente la contaminación del aire, pues disminuye el uso de vehículos particulares y sus emisiones.
Endurecer las normas sobre emisiones para todos los vehículos aparta de la carretera a los grandes contaminadores y aumenta la presión del mercado en favor de los vehículos más limpios, a la vez que fomenta la innovación en las tecnologías más limpias. Reducir los combustibles con alto contenido de azufre en muchas economías emergentes es un primer paso importante.
Los vehículos «sin hollín» reducen la materia particulada y el carbono negro de los gases de escape en un 85% o más respecto de los gases de escape no controlado de los motores diésel. Los vehículos sin hollín suelen ser vehículos certificados para niveles de emisiones según las normas Euro VI o US 2010, en concreto, los motores eléctricos o híbridos, de gas natural comprimido (GNC), de biogás u otros biocombustibles, o los motores diésel con un filtro de partículas activo.
La recuperación de los gases de vertedero es una innovadora opción de energía renovable que aprovecha las emisiones nocivas de los vertederos en lugar de dejar que acaben en la atmósfera o en nuestros pulmones.
Mejorar las disposiciones relativas al tratamiento y saneamiento de las aguas residuales, tanto domésticas como industriales, puede suponer un cambio significativo para la reducción del riesgo de que provoquen enfermedades infecciosas.
Las estufas de biomasa de combustión más limpia y otros combustibles o tipos de estufas de bajas emisiones mejoran la calidad del aire en el hogar y la comunidad, y reducen el riesgo de quemaduras u otras lesiones.
La iluminación eléctrica, en particular los paneles solares fotovoltaicos de azotea, reducen la dependencia de las lámparas de queroseno, que emiten grandes concentraciones del nocivo carbono negro y otros contaminantes del aire.
Reducir la necesidad de calefacción o refrigeración adicionales mediante el diseño de edificios que aprovechen el calentamiento natural del sol y la refrigeración que produce el aire fresco puede contribuir a reducir al mínimo la contaminación del aire y la huella de carbono de la construcción.
Las energías renovables mejoran directamente la calidad del aire al tiempo que frenan el cambio climático. Por ejemplo, la instalación de sistemas solares fotovoltaicos de azotea en las zonas rurales desconectadas de la red, o en ciudades de crecimiento rápido con un suministro de energía poco fiable, es una alternativa limpia y rentable a los generadores diésel portátiles, que son muy contaminantes.
Las partículas finas y el carbono negro que emiten los vehículos y motores diésel pueden prácticamente eliminarse recurriendo a tecnologías que ya están disponibles en la mitad de los nuevos vehículos pesados vendidos en la actualidad.
Los hornos de alta temperatura utilizados para cocer ladrillos son grandes emisores de carbono negro y exponen a los trabajadores a un mayor riesgo de padecer enfermedades respiratorias, pero se están utilizando nuevos hornos que pueden reducir las emisiones a la mitad.
Los hornos de coque utilizados para producir algunos metales emiten toxinas que pueden aumentar el riesgo de cáncer. Sin embargo, las emisiones se pueden capturar para generar energía y reducir al mínimo los productos liberados en la atmósfera.
Las emisiones fugitivas proceden de fugas o de la quema en antorcha de los excesos de gas. Un mantenimiento continuo y la nueva tecnología de monitoreo y detección pueden limitar las emisiones industriales superfluas.
El secado intermitente de los arrozales, que tradicionalmente se inundaban durante todo el año, puede reducir significativamente las emisiones de metano, al tiempo que reduce los criaderos de mosquitos y otros vectores portadores de enfermedades.
Los «digestores» de residuos extraen el metano de los desechos del ganado y las aguas residuales y transforman las emisiones en una fuente de energía limpia. El estiércol también se puede utilizar como abono para mejorar la producción de cultivos, moderar la liberación de metano y prevenir la propagación de enfermedades.
Los programas de gestión de residuos para evitar la quema al aire libre de residuos de cultivos y residuos domésticos y municipales, como el papel y los plásticos, evitan que se liberen contaminantes peligrosos al aire, en particular el carbono negro.
Las políticas que promueven las dietas ricas en alimentos de origen vegetal, particularmente entre las poblaciones de ingresos medios y altos con abundantes opciones alimentarias, pueden reducir los costos de atención médica al tiempo que reducen las emisiones de metano de la producción ganadera.
La separación y el compostaje de residuos de alimentos biodegradables reduce las emisiones de metano de los vertederos, y se puede utilizar también como fuente de abonos para la agricultura local.